Ayer noche estuvimos unos amigos en casa de mi maestra. Adelita. Pasábamos por allí y al ver la luz encendida entramos. Como siempre, de la manera más afable, nos invitó no solo a entrar, sino que nos puso unas copas. Inevitablemente, me sentó al piano y me hizo tocar algunas piezas, acompañando al canto (que no al cante) a una descendiente del maestro Manuel Jiménez, "Chicuelo". Mucho arte en tan reducido espacio. Como siempre. Recuerdos y recuerdos se pasearon ayer por aquel salón. Todos gratos, todos alegres pues aquel lugar tiene esa propiedad. Trocaba el momento más amargo en el más dulce. Aún lo hace, aunque claro... Ya no es lo mismo. Podía ver y oir el barullo de decenas de chiquillos corriendo de una sala a otra. Podía ver y oir a alguna compañera en medio del salón, cantando a los espejos estratégicamente puestos en la pared. Y pude ver y pisar el pedal de su piano. Mis zapatos (no es broma) están gastados por la parte donde los apoyo en los pedales de los pianos que frecuento en mi trabajo. Asombrosamente, aquí se da el caso contrario. Prometo que la foto no ha sido tratada con "potosó" ni nada de eso. ¿Cuánto habrá soportado este pedal?
4 comentarios:
total, que se puede decir,"estás más pisoteao que el piano de adelita Domingo"
¿Verdad? Es un pasote lo del pedal. Y eso que es de los antiguos... "De jierro puro". Si es de los de ahora de estos de "pichiglá" no le dura un curso...
¿Seguro que es el pedal del piano de Adelita y no el embrague de Fernando Alonso?
Que debe ir a la par, más o menos.
Tío, ni el deo gordo del Gran Podé están tan gastao.
Lo que yo te diga. Por cierto mi buen Adolfo: Ese otro de los sitios pendientes. De alucine. Ya veréis. ¡De alucine!
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