Me encontré con la receta en internet y no pude resistirme. Presto y dispuesto salí bien temprano de casa camino del mercado (ese género se acaba pronto) y me puse en la cola de la charcutería. Como quince madres esperaban su turno y muchas de ellas me miraban y murmuraban por lo "bajini". Pacientemente esperé mi turno y compré la mercancía, dudoso aún de que pudiera elaborar tan difícil plato. Pasé luego por la panadería y compré dos "andaluzas", para acompañar tan suculento bocado.
Ya en casa me dispuse a cocinar tan exquisita y arriesgada receta, rezándole a San Arguiñano y al Beato Ferrán Adrià, porque me dieran buena mano en ella.
Vertí una pincelada de aceite en la sartén, le prendí fuego. Abrí la bolsa de salchichas y la volqué totalmente en ella. Ahora solo quedan un par de minutos y a comer.
Sí. Es triste. Hoy, salchichas.
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