Nunca se vanaglorió ni se jactó de ello, pero era la envidia de todos. Claro, para pertenecer a ese club, tenía que ser una persona especial. Y él lo era.
Un buen día, por motivos familiares, dejó de acudir al club, y más tarde, a pagar las cuotas. Evidentemente, todo tiene un precio.
Ahora, no es tan especial. Espera la cola en supermercados, se queda al final de la muchedumbre en los actos sociales y sus amistades son... bueno. Igual que él. Le han quitado los privilegios.
Tch. Me caía bien mi vecino.
Le voy a pedir el carnet antiguo, por ver si lo puedo falsificar.
Así no tendré que esperar colas, iré a la ópera y conoceré a gente increíble.
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